jueves, 21 de febrero de 2008

El comienzo




El Universo (o Multiverso como alguien me corregiría) me ha regalado con la posibilidad de viajar a muchos lugares de este planeta. De estos viajes, además de las impresiones grabadas en mi retina, lo más importante ha sido el conocer distintas culturas, diferentes modos de entender el mundo y al mismo ser humano. Este solo hecho, es en sí un acto tremendamente iluminador: no hay una forma o un modo. Hay tantos como personas hay.

Tal descubrimiento nos asoma a que, al parecer, nadie puede atribuirse una verdad como absoluta, sino que cada verdad es tan legítima como la de los demás. A la vez, tu verdad o la mía, sólo pueden recibir el acto responsable de asumirla como propia, pero tan verdad como la de todos. Por ejemplo, a mi no me gusta el orégano. Ésa es mi verdad al respecto. Y puedo auto-responsabilizarme de esto y no agregarle a mis comidas tal especia o gritarle al mundo que como a MI no me gusta el orégano, cuando me inviten a cenar, no se lo agreguen a la comida. Pero no puedo decir que es malo (verdad absoluta). Lo que puedo es que ME resulta malo. Lo que es muy diferente.

En un viaje que hice a México hace ya algunos meses, conocí a una persona en extremo singular. Venía de Estados Unidos pero solía ir a ciudad de México con frecuencia. Su español era bastante fluido. Con mucho acento, pero muy correcto en general. A poco de conversar dimos con la temática espiritual en la que nos quedamos charlando por horas y que posibilitó que nuestra incipiente amistad se convirtiera en una suerte de hermandad.

Lo primero que me llamó la atención, fue su forma de vestir. Debo confesar que al principio pensé que era una persona vinculada al tema goth, es decir, ropa rigurosamente negra. Lo que no cuadraba, era que su personalidad distaba mucho de ser "oscura", al contrario, su luminosidad era sorprendente.

Me contó que era algo así como una monja cristiana pero no católica. Que pertenecía a una Orden con linaje muy antiguo y que era conocido como Ishaya. Fue ahí que escuché por primera vez esa palabra.